domingo, 23 de noviembre de 2014

LA MOCHILA DE LA VERGÜENZA

Estos días hemos conocido la última propuesta sesuda de la patronal, en esta ocasión de la empresa BBVA, para iluminar el camino al legislador estatal y darnos la solución a todos nuestros problemas. La nueva ocurrencia es la "mochila individual", un cambio radical en el sistema de despidos que implica, básicamente, que el propio trabajador "ahorre" su propia indemnización.

¿En qué consiste el cambio propuesto? El sistema actual implica en esencia un pago por parte de la empresa al trabajador despedido improcedentemente de hasta 33 días por año trabajado, mientras que en caso de despido procedente no correspondería indemnización. Estas medidas supondrían un sistema de indemnización progresiva según el número de años que el trabajador lleve empleado en la empresa, lo cual por sí mismo ya implica una pérdida de derechos para los trabajadores, especialmente para quienes tengan menor antigüedad. Pero la propuesta va más allá. La "mochila" hace referencia a que el importe de esa indemnización saldrá directamente del salario del trabajador, de una cantidad que se detraerá del mismo por la empresa y se acumulará para esa contingencia. En caso de despido procedente, el trabajador recupera ese importe, lo cual no es ningún regalo, ya que es parte de su salario. Si se trata de despido improcedente, la empresa añade algún día más, siempre de manera progresiva y con unos importes muy inferiores a los actuales.

¿Por qué un sistema de este tipo? Podríamos entender su conveniencia en un contexto económico y social como el del estado en el que se aplica actualmente: Austria. Un estado que posee una de las rentas per cápita más altas del mundo (está en el décimo puesto), con una tasa de desempleo poco superior al 5% y un salario medio cercano a los 41.700€. El estado español no llega a esas cifras ni de lejos, siendo las cifras de paro varias veces superior y el salario medio casi la mitad del austriaco. No es factible extrapolar un sistema que se basa en un nivel de vida y unos salarios altos, además de unos servicios públicos de calidad y bien financiados, a un estado como el español, con una situación económica precaria, invadida por la corrupción, el desempleo, la desigualdad y la privatización progresiva de servicios públicos básicos.

Esta es, por tanto, una nueva forma de empobrecer a los trabajadores mientras se favorece aún más a la empresas, especialmente a las más grandes. Nos venden las vertientes más restrictivas de los modelos europeos sin su parte positiva, sin sus bajas tasas de paro, sin sus altos sueldos, sin su nivel de vida.

Que no nos engañen. No dejemos de luchar por recuperar nuestros derechos perdidos, por mantener los que aún conservamos. ¡No reblamos!

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